VALORES QUE SE DESARROLLAN EN UNA COMUNICACIÓN EPISTOLAR ELECTRÓNICA
Hace
tan sólo pocos años era improbable imaginar una situación en el mundo
de la educación como en la que ahora vivimos. La tecnología, entendida
como el arte del saber hacer, ha
estado siempre presente en la historia de la pedagogía, pero en las dos
últimas décadas del siglo XX ha tomado un papel predominante como
instrumento, como máquina al
servicio de la educación. Desde el uso de los magnetófonos, la
televisión, el vídeo, pasando por la enseñanza asistida por ordenador,
los distintos instrumentos tecnológicos que han entrado en nuestra
cotidianeidad a través de los salones de nuestras casas, han tenido su
repercusión en las metodologías de educación y aprendizaje.
Muchos han visto y vivido la irrupción de la tecnología en la
educación como un peligro, una amenaza para el correcto proceso
educativo. La supuesta pérdida de la relación entre educador y educando
en tanto que personas ha sido el argumento básico esgrimido por los
detractores de la entrada de la tecnologías en las dinámica educativa.
Hace tiempo que sabemos que lo que define la relación entre las personas
no es tan solo el medio que usan para hacerlo si no que sobretodo es la
capacidad que tenemos para comunicarnos. Y para hacerlo no usamos sólo
la presencia física, el cara a cara. Hemos pasado por las señales de
humos, por la comunicación epistolar, telefónica, hasta las
posibilidades actuales del correo electrónico. Sea como sea las personas
nos relacionamos. Forma parte de nuestro ser social. Y si hay relación
hay también acto educativo. Sea cual sea el medio de comunicación.
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